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Quevedo (1580-1645) |
A un hombre de gran nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
Quevedo escribió este soneto suponemos que dedicado a un hombre que debía caerle muy mal o debía de parecerle muy feo.
Compara la nariz con una vasija (alquitara), con el espolón de un barco (que siempre sobresale); la define como un frisón (corpulento; un frisón es un germano). Pero, como es tan grande, puede resultar grotesca (caratulera). También es una nariz sagaz y astuta (peje; aunque, peje es un pez en el castellano de la época), culta (escriba) y terrible (sayón era el verdugo que ejecutaba penas)...
Pero, además, contiene un elemento geométrico que indica lo impresionante que resultaba esa nariz.
¿Lo has descubierto ya?
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